Japón un tsunami de valores, tradiciones y sonrisas
Japón
un tsunami de valores, tradiciones y sonrisas
Recuerdo que cuando
era estudiante cursábamos la cátedra de Economía Internacional y siempre tengo
en mente el ejemplo del profesor del porqué los americanos prefirieren los
automóviles japoneses. Según él, los americanos expresaban: “si un automóvil
americano se descompone, nosotros lo reparamos”. Por otro lado, los japoneses afirmaban: “el automóvil japonés no se
descompone”. Dos conceptos de producción y de servicio postventa totalmente
diferentes. Pero esa diferencia de conceptos hace la diferencia en todo.
Por eso, siempre fui
fanático de conocer los secretos del Japón y cómo aplicarlos en Paraguay, por lo
que me interesé en leer sobre la cultura japonesa, sobre todo, su aplicación en
la economía y la actitud de sus ciudadanos.
Del 03 al 13 de julio
del corriente tuve la oportunidad de conocer la cultura japonesa en profundidad,
gracias a la Academia de Liderazgo de la Júnior Chamber Internacional de Japón.
Y como delegado, representando a nuestro país, pude vivir -de una manera única
y orgánica- la filosofía y valores del país asiático. Allí me di cuenta del
“Tsunami”, que con elevados valores, tradiciones y fortaleza invaden la actitud
y el corazón de cada ciudadano japonés.
Puedo hablar de
muchas cosas pero quiero detenerme en una experiencia concreta. Desde nuestra
llegada a ese país, hasta nuestra partida tuvimos una atención privilegiada. Tal
es así que no existía la posibilidad de que pudiéramos perdernos, ya que los
organizadores nos guiaban las 24 hs. del día, siempre con una gran y envidiable
sonrisa. Al caminar, subir las escaleras, en el ascensor, etc. siempre había un
amigo japonés guiándonos con una gran sonrisa y amabilidad.
Todos los delegados
internacionales teníamos una sola interrogante, y nadie se animaba a manifestarla,
hasta que un delegado de Europa formula la pregunta al instructor principal de
la Academia, de origen holandés, pero con años de experiencia en Japón. La
consulta textual traducida del inglés era: “¿Cómo logran que todo ese equipo de
japoneses nos guíen las 24 hs. con ese entusiasmo siendo voluntarios?”. El
mismo instructor añade: “voluntarios que son en su mayoría padres de familia,
empresarios o asalariados y que en muchos casos viajaron más de 1.000
kilómetros para colaborar con ustedes pagándose todos sus gastos”.
Y un japonés se
levanta y responde: “todo lo que ustedes ven, lo hacemos pensando en nuestro país.
Lo que están apreciando lo hacemos para que ustedes lleven los mejores
recuerdos de nuestro país, de nuestros valores y de nuestras tradiciones”,
señaló con orgullo y delicadeza desde uno de los extremos del salón de
conferencias.
Esa respuesta me
marcó como persona. Y hasta les podrías decir que resumía todo lo que es esa
gran Nación.
Si hacemos un análisis
más profundo, y lo llevamos a un plano micro, podríamos tener el siguiente
resultado: si atiendo a mis clientes con amabilidad y alegría, todos los
clientes que llegan a mi negocio se sentirán más felices y relajados. Comprarán
más, el jefe estará feliz y el pago de los sueldos será mejor. Y así, mis colaboradores
podrán atender mejor a sus familias. Y si atienden mejor a sus familias, están
más felices.
Cuando los clientes
nos compran, la demanda por los productos aumenta y al hacerlo, hay más fábricas.
Y cuando hay más fábricas, hay más empleos. Y cuando hay más empleos, la gente
en el país está feliz.
Siguiendo el
pensamiento del país asiático, encontramos que si
la mayoría de los clientes son extranjeros, el ingreso de divisas aumenta -por
lo tanto- mejora la balanza comercial. El país se vuelve más rico cada día. Y si
los visitantes están más contentos con el servicio. El país recibe más
visitantes, más dinero, más empleos y más gente feliz.
Así un japonés sirve
a su país.
Entonces ¿qué me enseñó
Japón? Finalmente puedo decir, que me demostró que siempre pudieron enfrentar
todos los “tsunamis” gracias a una gran dosis de “empatía benévola” (fuente de la
filosofía de vida denominada Omoiyari), autoestima, tremendo respeto y amor a
la Patria.
Digno de admirar
señores… ¡digno de imitarlo!
Econ. Mario Aníbal
Romero Lévera, Socio ADEC
Muy inspirador y de gran enseñanza resulta este artículo. El ejemplo de esta gran Nación es digno de imitar para lograr verdaderos cambios.
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