¿Las tecnologías : ladronas de talentos?

¿Las tecnologías : ladronas de talentos?

A lo largo de los últimos años hemos escuchado el reclamo de muchos padres y docentes respecto al uso cuasi vicioso de los teléfonos celulares por parte de los alumnos y la dependencia excesiva de los mismos. Algo que desató un amplio debate sobre la utilidad de esta herramienta en determinados momentos, y su influencia en el desarrollo de los chicos y jóvenes. Algo que no solo alcanzó a los teléfonos celulares sino a la tecnología en general.
Si este análisis lo ampliamos más podemos encontrarnos con un ejemplo muy interesante, mencionado por el  estudioso norteamericano  Nicolas  Carr[1].
En la primavera del año 1995 el transatlántico Royal Majesty encalló, inesperadamente, en la isla de Nantucket. A pesar de contar con el más avanzado sistema de navegación de la época, hundió el morro en esta isla situada a 48 kilómetros de Cape Cod, Massachusetts, en EEUU. Llevaba 1.500 pasajeros. La antena del GPS se soltó, el barco se desvió progresivamente de su trayectoria y ni el capitán ni la tripulación se dieron cuenta del problema. Uno de los guardias de la embarcación no avistó una importante boya junto a la que el transatlántico debía pasar, y no informó: ¿cómo se va a equivocar la máquina? Afortunadamente, el accidente no produjo heridos.”
En realidad este es un solo ejemplo de lo que la dependencia tecnológica puede generar . Carr también llegó a la conclusión que la mayoría de los accidentes aéreos tiene consecuencias en la dependencia excesiva de la tecnología.
¿Un ejemplo diario? Gracias a los correctores automáticos, hemos externalizado nuestras habilidades ortográficas. Cada vez escribimos peor. Desaprendemos de correctores ortográficos.
 Empresas como Google, Facebook, Twitter y Apple compiten más ferozmente por hacer las cosas por nosotros, para ganarse nuestra lealtad, el software tiende a apoderarse del esfuerzo que supone conseguir cualquier cosa.
Según los escritos de Carr, las nuevas tecnologías nos están robando el desarrollo de nuestras habilidades y talentos que solo se desarrollan cuando peleamos duro por las cosas. A medida que más rápida es la respuesta que nos da un software guiándonos adónde ir o qué hacer, menos luchamos contra esos problemas, y menos aprendemos. Nos roba también nuestro compromiso con nuestro planeta. Se pasa más tiempo “socializando” a través de las pantallas, como simples observadores. Reduce los talentos que desarrollamos y, por tanto, la satisfacción que se siente al desarrollarlos.
El discurso tecno-escéptico de Carr puede ser rebatido desde muchos flancos. No son pocas las voces que se alzarían diciendo que esas mismas tecnologías están permitiendo expandir la capacidad de comunicación de las gentes, las posibilidades de aprender o incluso de organizarse para cambiar las cosas y comprometerse con el mundo. El mismo Carr matiza su exposición alabando las enormes oportunidades que la red ofrece para acceder a información y comunicarse. Pero hay muchos costos asociados.
Mantener la atención en el nuevo escenario tecnológico, de hecho, no es cosa fácil. Los estímulos y distracciones que almacenan los teléfonos inteligentes que acarreamos o las pantallas a las que estamos conectados nos impiden concentrarnos. Nos hacen sobrevolar las cosas. Pasar de una otra, sin ton ni son, en un profundo viaje hacia la superficialidad.
Si analizamos desde la óptica de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE), evidentemente las innovaciones tecnológicas no se pueden parar, pero, podemos y debemos forzar a las empresas tecnológicas que desarrollen sus productos, siempre, dando prioridad al ser humano, ayudándonos a tener una vida plena y  promoviendo el desarrollo de  nuestras capacidades y talentos.
La RSE de escuelas, institutos y universidades deben centrar las currículas o programas de estudios en inculcar y revitalizar los valores morales del ser humano, poniendo énfasis en la creatividad, la cultura y el emprendedurismo con bases solidarias. Es decir, volver al humanismo como  eje de su realización personal y social, y para rescatar al ser humano de la “dictadura virtual” y del secuestro tecnológico.




[1] [1] Nicholas Carr,  ensayista norteamericano y estudioso de nuevas tecnologías. Fue asesor de la Enciclopedia Británica.

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