Las dos tarjetas de Navidad
Las dos
tarjetas de Navidad
Cada año la misma lucha,
en la que normalmente el consumismo se impone sobre el significado religioso de
la Navidad. Si a esto le sumamos todos los demás compromisos que se dan en este
mes, es casi irremediable que esta celebración, del cristianismo, sea cada día más social y menos litúrgica.
La austera pobreza con la
que se dio la llegada al mundo de Jesús en Belén discrepa de modo asombroso con
esta fiebre por adquirir y por poseer. Mucho más que acercarse a los templos,
las personas se aglomeran en los centros comerciales. Los shoppings son los
nuevos templos del materialismo económico; y, más que recogerse en oración,
unos y otros se apuran en recorrer los distintos shoppings y tiendas
recargándose de cosas, la mayoría de las veces innecesarias.
Hace unos días, me
encontré con un señor que salía de una empresa de encomiendas internacionales y
que estaba muy enfado por que no podía pagar el precio de la encomienda con su
tarjeta de crédito, ya que la misma se encontraba en mora y había llegado al
límite de su línea de crédito. Tanto era el enojo y frustración de este señor
que en un momento dado gritó “mi hija me va reclamar la Barbie” y salió
raudamente del lugar, dejándonos a todos perplejos ante la situación. Al
abandonar el lugar me quedé pensando y analizando la acción y sobretodo los
gestos de impotencia de esta persona. Tanto que decidí volver a la tienda y
preguntar si eso que ocurrió es un hecho aislado o no. La respuesta de la
vendedora fue: “ocurre y cada vez tenemos más casos similares”. Terrible!
En esta disputa constante
entre la moderación y los gastos asociados a esta fecha, la sobriedad tiene
todas las de perder y el ímpetu por comprar, todas las de ganar.
Una de las
consecuencias de este excesivo consumo
es que el Dios del pesebre obviamente
desaparece ante el dios del obsequio del consumismo, tanto es así que hasta los mismos cristianos,
muchas veces, nos despistamos centrándonos poco en el nacimiento de Cristo y
bastante más en las urgencias de fin de año y en que los regalos alcancen para
todos.
Sería deseable, sin
embargo, que algún día la Navidad fuera realmente la fiesta y celebración del
Niño Cristo y no una epifanía de paquetes y distracciones, a mi entender muchas
veces innecesarios. El Paraguay es un país pobre, con pesebres pobres, pero con
espíritu digno, humilde y generoso. El mejor regalo, de entre todos, debería ser
nuestra presencia en familia y la unión
de los ciudadanos de nuestra Patria.
Feliz Navidad para todos!
Feliz 2015!
Mario Aníbal
Romero Lévera
Socio ADEC
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