¿Tenemos un divorcio entre la educación y el sistema productivo?
¿Tenemos un divorcio
entre la educación y el sistema productivo?
La competitividad se convirtió en un tema de
primer orden para las empresas que día a día se ven afectadas por la creciente
globalización y el ingreso de nuevos competidores, los cuales no escatiman
esfuerzos para mejorar continuamente. También los países han entrado en la onda
competitiva e incluso se diseñó e implementó un ranking mundial de
competitividad.
La utilización del término “competitividad” fue
inicialmente de aplicación casi exclusiva entre las empresas y, a más larga
escala, a las industrias (identificadas como un grupo de empresas que forman
parte del mismo sector económico). Según el profesor Michael Porter de la
universidad de Harvard y considerado el padre de la utilización del concepto en
el contexto de las naciones, quien estuvo en nuestro país en el 2013, una
empresa será competitiva en la medida que tenga la capacidad de “suministrar
bienes y servicios igual o más eficaz o eficientemente que sus competidores”.
Respecto a las industrias, entendemos que la competitividad “consiste en la
capacidad de las empresas nacionales de un sector particular para alcanzar un
éxito sostenido contra (o en comparación con) sus competidores foráneos sin
ayudas o subsidios”. Por último, define la competitividad nacional como “la
posibilidad que tienen sus ciudadanos para alcanzar un nivel de vida elevado y
creciente” a través del incremento de la competitividad.
Pero la competitividad no se limita al simple
hecho de competir, sino que va mucho más allá debido a que corresponde a un
proceso de mejora continua, de comparación de resultados (benchmarking) y de
búsqueda continua de la excelencia. La competitividad inicia con el individuo
que se esfuerza día a día por ser mejor en aula o el colaborador más
productivo. Así mismo, el concepto se extiende a la nación por considerarse la
sumatoria de los esfuerzos que hacen todos sus ciudadanos, los líderes
políticos y las empresas por salir adelante, mejorar su entorno y contribuir
con el desarrollo de la economía y la sociedad.
La presencia de ventajas comparativas en un
país constituye un incentivo del desarrollo económico, pero está demostrado que
lo más importante es la creación de ventajas competitivas, las cuales se
fundamentan en la capacidad creadora del hombre más que en una dotación
fortuita de recursos naturales. El desarrollo de ventajas competitivas no es
tarea fácil ya que requiere de grandes inversiones en capital humano, además de
fuerte ingenio y tenacidad.
La sociedad del siglo XXI se perfila como
postcapitalista y el conocimiento es su principal recurso. Nuestra misión
fundamental es generar ese conocimiento esencial para no quedarnos rezagados en
el proceso del cambio. Este objetivo se logra a través de la investigación
científica y tecnológica, la creación de nuevos productos, la formación de
recursos humanos y el análisis político, social y filosófico profundo. Pero no
nos podemos limitar solo en generar conocimientos. Tenemos que aprender a
aplicarlos y convertirlos en mejoras socioeconómicas para nuestros ciudadanos.
El divorcio entre educación y sistema
productivo del país no debe profundizarse.
Si nuestro país no es capaz de entender la
necesidad de reestructurar el sistema educativo en función al esfuerzo
individual, la eficiencia y la productividad, Paraguay quedará atrapada en la
competencia del siglo XXI con criterios del siglo XX y el anhelado desarrollo
se convertirá en una utopía.
MSc. Mario Aníbal Romero Lévera
Socio ADEC
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